El balance de blancos: ese desconocido

Que levante la mano el que alguna vez se haya preguntado, viendo la foto que acaba de sacar, «¿y esto por que ha salido tan rojo (o amarillo, o naranja, o…)?», especialmente en fotos nocturnas o de interiores…  Vale, bajen la mano las personas que ya saben la respuesta. Bajenla también las que no les interese saberlo. Bien, pues para quienes siguen con la mano levantada, va la (larga) entrada de hoy.

La temperatura de color

Para entender por qué a veces aparecen esas dominantes de color en nuestras fotos, hemos de saber que cada fuente de luz (el sol, una bombilla, un fluorescente…) tienen lo que se llama una temperatura de color diferente. La definición la pueden buscar en la Wikipedia, pero para lo que nos interesa, podemos interpretarlo de manera muy básica como que las distintas fuentes de luz producen luz de un color distinto, un parámetro que además puede medirse y expresarse en grados Kelvin (K) (el porqué de medirlo en grados Kelvin está íntimamente relacionado con la definición teórica, que aquí nos vamos a saltar para no liarnos demasiado).

La luz solar a mediodía, que podríamos decir que es la que se toma como referencia de luz «blanca» tiene unos 5500 K, y a esa misma temperatura de color se ajustan los flashes. Temperaturas de color más bajas indican colores más cálidos (rojizos y anaranjados), como los 1900 K de la luz de una vela o los 2800 de una bombilla convencional. Y temperaturas de color más altas dan colores más fríos (tirando a azules), como los 6500 K de un monitor LCD en blanco o los 7-8000 de un cielo nublado.

Sí, paradójicamente los colores que interpretamos como más cálidos son los que indican fuentes con temperaturas de color más bajas, y viceversa.

Para el ojo y el cerebro humano estas diferencias de temperatura no suelen ser problemáticas, ya que el cerebro se «ajusta» automáticamente y excepto en condiciones muy extremas nos hace interpretar un objeto de color blanco como de color blanco.

Peeero, las cámaras son bastante más sensibles a estas diferencias, y si están ajustadas a luz solar (5500 K), y fotografiamos un objeto blanco iluminado con una fuente de luz con una temperatura de color distinta (una bombilla, por ejemplo, que tiene una temperatura de color más baja), el objeto en cuestión aparecerá de ese color, que es el que está reflejando realmente (en nuestro ejemplo de la bombilla, aparecerá con un tono más naranja-rojizo). Y quien dice un objeto blanco, dice cualquier objeto que aparezca en la foto, por supuesto.

Y por eso en las fotos que tomamos en interiores, con luz de bombillas o velas, o en la calle, con la iluminación artificial de las farolas, sale con un tono de color completamente distinto al que «vemos». Y por eso esa diferencia es aún más notable con una vela que con una bombilla, por ejemplo.

En los Tiempos Antiguos, cuando la fotografía era química y se usaban carretes, esto era un verdadero problema, ya que tan sólo habían dos soluciones: o usar película especialmente calibrada para la temperatura de color a la que íbamos a trabajar (los carretes «normales» están calibrados para los 5500 K de la luz solar), o llevar una colección de filtros que se colocaban en el objetivo para tratar de compensar la diferencia de color.

Pero en los tiempos digitales, aaamigos, es un tema completamente diferente. Aquí es donde entra el tan útil, y sin embargo tan desconocido

El balance de blancos

Hoy en día prácticamente todas las cámaras digitales, incluso las compactas más sencillas, disponen de una opción que nos permite ajustar el balance de blancos. ¿Y qué es eso? Pues ni más ni menos que una opción que nos permite indicarle a la cámara que temperatura de color tienen las fuentes de luz con las que estamos haciendo fotos. De esta forma, la cámara tiene una idea más precisa de cómo interpretar los colores, y nuestras imágenes aparecerán con unos tonos mucho más naturales.

Aunque existe una opción de balance de blancos automático que según avanza la tecnología da cada vez mejores resultados (la cámara intenta detectar por sí misma la temperatura de color ambiente y hace los ajustes pertinentes), a menudo es insuficiente, especialmente en condiciones de luz problemáticas, como luz escasa, o una temperatura de color muy lejos de los 5500 K de la luz solar. Es en estos casos donde saber controlar el balance de blancos puede sernos de gran ayuda.

Las cámaras más sencillas tienen unas opciones muy básicas, que están cerradas: luz solar, día nublado, sombras, luz incandescente, luz fluorescente, y para de contar. Lo cierto es que en la mayoría de ocasiones nos bastará con esas simples opciones, pero si solemos hacer fotos con fuentes de luz «difíciles» encontraremos de gran utilidad el poder indicar la temperatura de color en grados Kelvin directamente. Algunos modelos permiten incluso hacer un bracketing de temperatura de color, es decir, hacer la misma foto varias veces variando la temperatura de color automáticamente en cada toma. Otra opción presente en algunos modelos, y que es especialmente útil en temperaturas de color muy altas o muy bajas (que se lo ponen difícil a los automatismos de la cámara) es la posibilidad de hacer un disparo a un objeto blanco, y ajustar de esa manera la temperatura de color.

¿Qué cuales son las opciones que tiene nuestra cámara? Pista: mirar el manual. Si no dice nada, sólo dispone de balance de blancos automático.

En cualquier caso, una vez hecha la fotografía si no nos gusta el resultado siempre nos quedará la posibilidad de tratarla con un programa de retoque con el que podamos hacer una corrección de color a posteriori. Pero no olviden nunca que las imágenes en JPG son imágenes con pérdida, y que si procesamos un JPG para guardarlo de nuevo como JPG después de procesado, la pérdida de información será aún mayor. Imperceptible muchas veces, pero irrecuperable. Por eso es bueno acostumbrarse a

Tirar en RAW

Y este consejo es válido incluso si nuestra cámara dispone de todas las opciones posibles de balance de blancos.

Algún día hablaremos en detalle del formato RAW y sus ventajas. Para lo que nos interesa hoy basta con saber que en un fichero RAW se guarda la imagen tal cual la capta el sensor de la cámara. Y eso mola.

Si tenemos la cámara configurada para guardar las fotos directamente como JPG, será el software de la propia cámara el que se encargue de generar el fichero JPG (que, como decía antes, es un formato con pérdida) aplicando todos los parámetros que le hayamos indicado: nitidez, saturación, calidad de la imagen… y balance de blancos.

Esto tiene dos problemas: el primero, que tocar a posteriori un JPG para cambiar cosas implica siempre una pérdida de calidad. El segundo, que aunque el software que viene con la cámara puede ser (y suele ser) muy bueno, por lo general siempre es mejor un programa dedicado que podamos usar en nuestro ordenador.

Sin embargo, si disponemos del fichero RAW de una foto, con el programa adecuado podremos ajustar el balance de blancos a voluntad, y ver sobre la marcha como queda, haciendo los ajustes que queramos sin que haya ninguna pérdida de calidad y con mayor precisión que si le dejamos ese trabajo a la cámara.

Sí, es más trabajoso, y muchas veces guardaremos la foto tal cual, dejando el balance de blancos que decidió la cámara (si guardamos un fichero en RAW, la cámara no aplica esos ajustes a la imagen, pero sí que guarda la información de los mismos). Pero llegará un día en que haremos La Foto. Y la habremos hecho en JPG. Y nos arrepentiremos. Se lo digo por experiencia, luego no digan que no les avisaron.

Por cierto, si tocan el balance de blancos para adaptarse a la luz ambiente y luego van a hacer fotos con flash, recuerden ajustar el balance nuevamente a 5500, si no quieren una foto azulada cual aldea de pitufos  ;)

 

Soltada toda esta parrafada, algo muy obvio, pero por si acaso: lo que se ha contado es porqué se produce ese efecto, y como podemos corregirlo si lo deseamos. Pero eso no quita para que una foto tomada a la luz de la vela quede muy bien con esos tonos cálidos, o que una toma nocturna gane mucho con los tonos azules propios de la escasa luz de esas horas. Como siempre, lo importante de conocer como funcionan las cosas no es hacer «lo correcto», sino saber como podemos usarlo para expresar o reflejar lo que realmente queremos.

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6 Respuestas

  1. meneame.net dice:

    Cómo hacer que tus fotos nocturnas no sean naranjas

    ¿Cuántas veces os habéis preguntado, por qué vuestras fotos nocturnas salen naranjas? La mayoría de las cámaras compactas de gama media tienen la opción de ajustar determinados parámetros manualmente. Uno de ellos es el balance de blancos. Utilizándolo…

  2. El Arcano dice:

    Un post excelente. Gracias por la información.

  3. Este post ha sido referenciado en Menéame. Al paracer menéame no ha reconocido tu trackback, quizá porque no está incluido de forma estándar. De todas formas aquí tienes el enlace a la noticia en menéame.
    http://meneame.net/story/como-hacer-tus-fotos-nocturnas-no-sean-naranjas

  4. Anonimo dice:

    Qué verguenza. Un blog sobre fotografía sin fotos. No estaría de más que pusieras alguna fotillo para ilustrar el artículo (con el antes y el después, por ejemplo).

  5. Ernesto dice:

    Ey, pues gracias por el meneo. Hay que ver, la que se ha montado en los comentarios :) Me alegro de que al menos a algunas personas les resulte útil. Revisaré lo de los trackbacs, a ver que pasa. Gracias, Arcano :)
    Anónimo, sí. Vergonzoso, lamentable, indecoroso e incluso innoble. Lo reconozco, deberían untarme en brea y pasearme por las calles del barrio. Pero la verdad, para lo que me pagan y el poquito tiempo que tengo… Tiene usted toda la razón, y espero algún día completar los artículillos con fotos de ejemplo, esquemitas, enlaces a recursos de interés y todas esas cosas que deberían ponerse, pero de momento se hace lo que se puede…

  1. enero 22, 2015

    […] la temperatura de color varía considerablemente en pocos minutos, pudiendo obtener una amplia gama de tonos, desde azules […]

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